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Ruteo San Martín-Lo Pinto-Quilapilún July 25, 2010

Posted by roberto in Salidas en Santiago.
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El ruteo de hoy tuvo algunas peculiaridades que le harán quedar en nuestra memoria por algún tiempo.

Durante las últimas semanas en nuestra capital las bajas temperaturas han sido la tónica: normalmente alrededor de las 07:00 se han observado -1 °C y en algunos días hasta -3 °C; aunque puede no parecer mucho comparado con otras latitudes creánme que el no estar acostumbrado a estas temperaturas unido a la alta humedad que dejan las lluvias hacen que la sensación térmica sea mucho más baja. Una notoria capa de escarcha cubría la “vegetación” en las veredas y la carrocería de los autos que habían quedado a la intemperie.

Iniciamos el ruteo, junto con Esteban, a eso de las 08:20. Pedaleando hacia el punto de reunión en nuestra habitual ruta San Martín, empezamos a notar neblina ya en la comuna de Renca. Una vez en la autopista la visibilidad no alcanzaba los 50 m y la humedad se condensaba en nuestra ropa y en nuestras bicis. Afortunadamente no había escarcha en la ruta.

Pedaleábamos en animada conversación con el temor de no encontrar compañeros en el punto de encuentro, cuando nos adelanta el auto de Gabriel, ya no estaríamos solos. Kilómetro 4 y Esteban desgranaba su filosofía mientras yo escuchaba educadamente… “vamos, vamos, no se queden” la voz de Rodrigo que venía junto con Catalina interrumpe el monólogo. Catalina toma la delantera y Rodrigo junto con Esteban forman de a dos, permitiendo que me quedara refugiado entre sus ruedas.

La neblina se mantiene y en breves minutos llegamos a la partida, donde, por esas cosas de la naturaleza ya no había neblina y sí algunos compañeros congregados. Cacho, Jorge, Iván los dos Gabriel, Juan y Manuel estaban en los preparativos. Escasa concurrencia, “patética concurrencia” creo recordar que fueron las palabras de Catalina. En fin, por lo menos habría salida, sin neblina y con sol.

Saludos, bromas, comentarios varios, cuando se nos acerca el largo brazo de la ley personificado en un carabinero que nos advierte que está prohibida la circulación de bicicletas por la autopista. Con una actuar amable, es necesario reconocerlo, el carabinero nos pregunta por el directivo del grupo, inmediatamente le damos paso a Cacho y se inicia la negociación para lograr el pedaleo. El oficial, empapado en su papel de autoridad nos advierte que él está ahí para hacer que la ley se cumpla. Interviene Manuel y reclama que la voluntad del agente es digna de mejor causa; por ejemplo controlar a los narcotraficantes que pululan a escasos 7 km de ese lugar. Una verdad del porte de una Catedral.

Mientras la discusión se desarrolla, se nos acercan algunos integrantes de otro grupo ciclista que se había dado cita en el mismo lugar y se unen al match “ciclistas v/s carabineros”, dejamos a los mejores seguir con la negociación, y con Manuel nos enfrascamos en un diálogo respecto del largo de la tee que me era más conveniente usar.

Diálogo inconcluso, pues se nos acerca Catalina a darle un “jalón de orejas” a Manuel por no haber mostrado el debido respeto con la autoridad, dándole motivos para cancelar la salida. Caballerosamente, Manuel le da la razón a Catalina, y le pide comprender que su temperamento le impide sacar mejor provecho del vocabulario que nos legara Cervantes.

En mi interior me imagino al carabinero ruteando con nosotros y escuchando al susodicho Manuel aleccionar a Gabriel Diez con una colección de palabras en las que lo único que se distingue son los garabatos; Gabriel trata de equilibrar la justa, pero normalmente pierde. Aunque esto ocurre cuando no está Catalina. Una muestra de la caballerosidad escondida que tiene este gran compañero y además de la conveniencia de agregar miembros femeninos al grupo.

Casualmente, el otro grupo de ruteros, del Club de Santiago, había planificado la misma ruta y nos invitan a hacerla juntos. Es así como salimos hacia la autopista, desordenados como de costumbre, pero con la venia de la autoridad. Rodamos algunos kilómetros y nos unimos ambos grupos formando la típica caravana multicolor con más de veinte pedaleros desafiando el frío.

Pasado el cruce a Chicureo bajamos a la calle de servicio (mejor nombre que “caletera”) y seguimos hasta el kilómetro 14 donde nos desviamos por el camino Lo Pinto hacia la ruta 5.

Con el Club de Santiago en la delantera seguimos ordenados de dos en fondo. Alcanzamos la R5 y seguimos a buen ritmo hacia el norte. Llegamos agrupados a la subida El manzano y se producen los primeros descuelgues, la subida la hago con comodidad, manteniéndome bajo el umbral anaeróbico. Llegamos a la cima y seguimos hacia el plano donde nos reagrupamos.

El ritmo del pedaleo, sumado al clima, motivan a que nuestro querido líder: Cacho, cambie nuevamente el recorrido acortándolo convenientemente. Ahora no seguiríamos por el injustamente llamado camino del desierto y cortaríamos hacia la San Martín por Quilapilún.

Al grupo ya se habían sumado algunos pedaleros solitarios y reanudamos la ruta con entusiasmo, uno, dos, tres kilómetros y no logro seguir el ritmo general. Enfrentamos el falso plano Jorge Lorca, dos pedaleros del Santiago y yo, buen ritmo y logramos afiatarnos adecuadamente en los relevos.

Llegamos a la autopista, donde nos esperaban los punteros, no los hicimos esperar y seguimos pedaleando.

Como es ya costumbre el ritmo comienza a subir en los kilómetros previos a Colina, me descuelgo en el kilómetro 27 y hago en solitario la bajada a Colina, sigo ruteando a mi ritmo algunos kilómetros más, me pasan los dos compañeros con los que hicimos Quilapilún y me pego a su rueda, seguimos así los tres, relevándonos cada mil a dos mil metros hasta llegar al punto final.

Regreso a casa en solitario a un ritmo más suave del habitual.

Le ofrezco mis disculpas a quienes suelen leer los detalles técnicos del ruteo. Volverán en el próximo reportaje.

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